Alfredo García Cid: World famous beer drinker
Alfredo García Cid (Concepción, 1990). Estudiante de magister en Física en la Universidad de Chile. Esa es toda la descripción que hay sobre él en la solapa de Los Rolling Stones son mejores, el primer libro de cuentos de Alfredo, publicado el 2016 por La Calabaza del Diablo.
Con Alfredo (World famous beer drinker) nos conocemos de la universidad. Fue profesor ayudante mío en Métodos Matemáticos para la Física, y luego compartimos laboratorio durante una práctica de verano. Desde entonces tenemos una «amistad intermitente» —como él mismo la llamó en la dedicatoria que me hizo—, basada en cervezas, conversaciones sobre libros, música, cine y a veces algo de física.
Quedamos de juntarnos en —palabras de Alfredo— «el mítico bar Serena» del barrio Brasil. Al llegar nos encontramos con la cortina metálica baja y un cartel que decía cerrado por reparaciones. Nos pusimos a caminar por calle Brasil en busca de algún bar no tan mítico —ni tan caro; después nos enteramos que Material Reciclable pagaba—. Lo encontramos. Pedimos una cerveza, hablamos como 30 o 40 minutos sin grabar y luego empezó la entrevista.
(Se recomienda leer esta entrevista tomando una cerveza y escuchando a los Rolling Stones con el fin de entrar en sintonía).
(Se recomienda leer esta entrevista tomando una cerveza y escuchando a los Rolling Stones con el fin de entrar en sintonía).
—¿Cómo
empezaste a escribir? ¿Cómo te acercaste a la literatura? ¿Alguien
te encaminó? ¿Fue curiosidad?
—Primero empecé a escribir solo. Y después, cuando ya había
escrito harto solo, caché que podía seguir en eso y ahí pensé qué
hacer y me metí a un taller.
—Pero, ¿te acordái cuándo fue la primera vez que escribiste algo?
¿Qué edad tenías?
—La primera vez que traté de escribir algo fue a los 17, que fue
un poco después de que me puse a leer harto. Intenté escribir una
novela que era muy mala. Y después cuando entré a la u como que lo
abandoné. Y después, en segundo o tercer año de la u, volví y
empecé a escribir cosas chicas. Y ahí empezaron a salir cuentos muy
cortos. Los escribía de una sentada, me venía la idea y los
escribía. Y cuando junté varios de esos…
—¿Hay alguno de esos acá (en Los Rolling Stones son mejores)?
—Sí, el primero, el de Alicia; la primera versión de ese, la que
es el primer cuento salió así. Y había un par más que me los sacó
mi editor porque eran los más malos del libro. Y eso, cuando había
juntado varios de esos empecé a cachar que podía hacer algo con
eso y ahí me metí a un taller y empecé a escribir como más
dedicado.
—Dijiste que empezaste a escribir un poco después de que empezaste
a leer más. ¿Por qué fue eso? ¿Por qué empezaste a leer?
—¿Por qué uno empieza siempre a leer? Por curiosidad no más.
—¿Pero no es algo como de familia, que tu mamá o tu papá lean
harto, no sé?
—Mi mamá leía pero cuando era más joven. Siempre me hablaba de
que ella leía novelas muy grandes cuando era joven pero que ya no. Y
mi abuelo leía mucho. Leía mucho y siempre me regalaba libros. Mi
abuelo vivía en Conce y yo vivía en Santiago. Nos veíamos dos
veces al año y las dos veces me regalaba libros. Entonces yo siempre
tuve la idea de que leer era bacán, como que la gente bacán leía,
pero me leía más o menos los libros para el colegio no más,
algunos sí, otros no los terminaba, y así por gusto debo haber
leído como un libro al año. Quizás en el verano me leía un libro.
Yo creo que después, como a los 17, empecé a encontrar libros con
los que conectaba más emocionalmente, y ahí como que empecé a
enganchar y a leer más.
—¿Te acordái de alguno?
—Mala onda de Fuguet.
—Sí, me imaginé que ese.
—Y ahí como que me empezó a gustar más. Leía también novelas
más convencionales y que ahora las encuentro muy malas. Me acuerdo que
leía a Roberto Ampuero. Era entretenido.
—¿Pero en ese momento te gustaban?
—Sí. Y leía best sellers, como típicos, onda Frederick Forsyth,
como hueás de espías, cosas así. También era súper desordenado para
leer. Empezaba 6 libros al mismo tiempo y no terminaba ninguno.
—¿Y por qué empezaste a escribir? Aunque debo decir que cuando pensaba en esta pregunta encontraba que era rara, porque se
podría aplicar a todo. Así como por qué escribir, por qué hacer cualquier otra cosa, ¿no?
—Pero escribir no es tan normal, yo creo. Por eso a todos los que
escriben les preguntan, ya y tú por qué escribí. Porque otras no
sé. ¿A qué otras cosas pensái tú que se podría aplicar esa
pregunta?
—Mmmm… ¿por qué estudiar física? ¿por qué…? Creo que se
aplica a cualquier decisión que fue efectivamente una decisión. Y
acá pasa eso. Dentro de la infinidad de cosas que podrías hacer…
—Claro, pero yo creo que en las expresiones artísticas es como más
específico. Si tú le preguntái a alguien por qué pinta va a tener
alguna respuesta a por qué empezó a pintar y por qué pinta, porque
es la forma que encontró de expresar algo.
—Bueno, ¿y en tu caso?
—En mi caso… Es súper cliché la respuesta de que escribo porque
me gusta leer y porque leo, pero también es cierto. Porque cuando
uno lee harto como que...no es que sienta la necesidad de escribir,
pero no sé, quizás uno escribe las cosas que le gustaría leer y no
existen. Eso por un lado. También porque yo creo que es la única
forma que tengo de sacar ciertas cosas, porque no puedo tocar
instrumentos, no puedo hacer canciones, no puedo pintar, no puedo
dibujar. Escribir sí puedo. Como que siempre tuve una facilidad así
como de entender como se escribían las cosas; en términos
sintácticos y gramaticales me era muy fácil ver eso. Entonces como
que escribir se daba más natural.
—¿Tú creí que en tu caso particular hay como una finalidad más
allá del placer que te provoca escribir?
—No sé si me provoca placer tampoco.
—¿No? Ya, pero te gusta hacerlo…
—Sí. Pero a veces… No me acuerdo quién decía que no le gustaba
escribir sino que le gustaba haber escrito. Es una frase muy típica
de una escritora famosa que se me fue el nombre ahora (Dorothy Parker).
Y lo otro que también me pasa, es que al principio sí es un placer
el escribir y sacar todo afuera no más, pero a medida que uno va
avanzando y va creciendo, no con estos cuentos, sino con los de
después, cuando me he hecho más consciente de lo que estaba
haciendo y de lo que es escribir, se hace más difícil. Sí es
placer pero también es trabajo.
—Sí, igual te vas poniendo más exigente, pero si lo seguí haciendo es por algo. Pero lo que te decía era como… ¿qué te
gustaría que le pasara a la gente que lee tus cuentos? ¿O no pensái
mucho en eso?
—No, no lo pienso cuando escribo, porque escribo para mí, no
escribo para que me lea alguien como pensando: oh qué bacán esto, le
va a gustar mucho al lector, a la figura del lector. O puede ser que
no tengo una figura de lector en mente o la figura de lector que
tengo es un lector que soy yo no más. Y pienso en que esto me
gustaría a mí leerlo. Ahora si después hay gente que lo lee, y le
gusta, y le encuentra algo, bacán. Y si no, bueno.
Nos quedamos en silencio por un minuto. Aprovecho el respiro y le pregunto cómo vamos con la entrevista. Esto no va a salir, le digo riéndome, esto lo corto.
Nos quedamos en silencio por un minuto. Aprovecho el respiro y le pregunto cómo vamos con la entrevista. Esto no va a salir, le digo riéndome, esto lo corto.
—Está grabando todavía, no puedo hacer comentarios off the
record.
—Claro, después lo meto a la fuerza.
—Claro y después yo te demando y tú decí no, pero está acá, en
la grabación, mira.
Nos reímos un rato y tomamos un poco más de cerveza. De fondo suena una canción pop ochentera que no alcanzo a reconocer.
—¿Qué es para ti un buen libro? ¿Qué tiene la buena literatura?
—Ah, en literatura, porque un buen libro igual es bien general.
—No, no, pensando en literatura.
—Porque si estái estudiando mecánica cuántica, un buen libro de
mecánica cuántica es uno donde explican las hueás que no podí
entender. Pensándolo un poco así yo creo que un buen libro va a
depender del lector. Pero en literatura, no sé qué es un buen
libro. Yo creo que puedo pensarlo sobre un libro, después de leerlo,
empezar a mirar si es un buen libro o no, y por qué es un buen libro
o un mal libro. Pero así en términos generales, no sabría
definirlo. Es que si se pudiera definir, también, sería fácil
escribir un buen libro.
—Sí, pero tampoco es como que no… o sea hay gente que estudia al
respecto, que escribe al respecto, hace teorías.
—Pero no creo que hagan teorías sobre qué es un buen libro.
—En un libro que me leí hace poco de Vila – Matas
—¿Cuál?
—Dublinesca
—Lo traté de leer y no pude.
—Ahí el personaje hace una teoría de la novela.
—Ya pero tú dijiste libro, no novela. Ya te restringiste.
—Ya, sí. Entonces, ya que escribes cuentos…
—¿Qué es un buen cuento? No sé qué es un buen cuento…
¿Cómo era lo que decía Cortazar, que el cuento tenía que ganar
por knockout?
—¿Decía eso?
—Sí. La novela gana por puntos y el cuento por knockout.
—¿Tiene que ser intenso?
—Yo creo que esa definición igual se queda corta, porque es el
cuento que busca el remate no más. Que igual está bien, y claro,
puedes tener un buen cuento con un remate, que son los cuentos que
casi la última frase te arma el cuento.
—Y Cortazar hacía mucho eso
—Pero eso es también es como súper formulero.
—¿Cuáles son tus libros favoritos?
—No sabría decirte; te podría hablar mas de cuentistas que me gustan
harto. Ribeyro me gusta harto, Fogwill, entre los latinoamericanos.
Los gringos, Carver, Carson McCullers, que encuentro seca. Y de las
últimas cosas que han salido, la Lucia Berlin, muy bacán. De
chilenos, Manuel Rojas, Alfonso Alcalde, Bolaño igual tiene algunos
cuentos bacanes.
—¿Y creís que, y me imagino la respuesta a esto, hay algún
denominador entre todo eso, algo común?
—Chuta, que me gustan a mí.
—Yo pensaba que la respuesta iba a ser no.
—Es que igual hay ciertas relaciones. El cuento norteamericano
lo podí rastrear súper bien y podí ver cómo se va moldeando desde
Hemingway hasta Tao Lin; podí pensar cómo se va desarrollando, cómo
se formó. Ponte tú, entre Fogwill y Carson McCullers no sé si
podría armar un link tan fácil, porque también son escritores
súper distintos, de épocas distintas, de contextos distintos. Si
fuera súper fácil encasillar tus gustos... porque al final lo que uno
escribe es una mezcla de todas tus influencias que son puras cosas
que te gustan, y ahí es donde podí armar algo original. Entonces si
tus gustos son súper encasillados en una cosa, no sé po, si te gusta
el death metal, y escuchái puro death metal y armái una banda death
metal... puta, podí ser seco en tu banda death metal y hacer discos y
todo, pero no vai a generar nada nuevo: va a ser death metal igual que
todo el que escuchaste.
—Ya qué mencionaste eso…
—¿El death metal?
—No, no el death metal
—Mi bandas favoritas de death metal son…
—Te iba a preguntar ¿cuánto creís que hay de ti en los cuentos?
—En sentido biográfico o en qué sentido.
—Claro
—Esa es otra pregunta que es la pregunta típica de: “¿está
esto basado en tu vida o no?”, y según yo la respuesta da lo
mismo, porque el cuento va a ser igual de bueno o igual de malo. Sí es importante lo que decía Ribeyro que la historia
que contái en los cuentos si es inventada tiene que parecer real y si
es real tiene que parecer inventada. Entones, cuánto hay de mí en el
libro me preguntái. Yo creo que está todo de mí en el libro, solo
que no es en el sentido de que las hueás que le pasen al personaje me
hayan pasado a mí. Algunas sí, otras no, que no importa. Pero está
porque está todo lo que he leído y la música que he escuchado y
todas las películas que he visto y todas las cosas que me han
pasado.
—Pero igual escoges escribir de un contexto más cercano. En
general son universitarios, los gustos de ellos son tus gustos, no sé
si totalmente. Eso, ¿es por algún motivo?
—Porque no sabría hacerlo de otra forma. Si tú me decí escribe
la historia de un cabro que vive en La Pintana, no puedo hacerlo po.
Entonces yo creo que tampoco podí ecribir de las cosas que no
conocí. También está el cliché de la frase de Hemingway de
escribe sobre lo que conocí. Pero sí, también tení
que tratar de expandir, no lo que conocís, sino que cuando escribí
tratar de expandir lo que estái haciendo, claro, para que no se haga
eso de un contexto súper chico y que estés escribiendo siempre lo
mismo.
—Contemos un poco sobre el libro.
—No, no pero esta no va a ser así, te lo voy a criticar.
—¿Está firmado?
—Sí po, está firmado
—¿Y qué le puse? No me acuerdo que le puse, estaba curado cuando
lo firmé.
—Algo de eso hablaste. Eso queda manifiesto en la firma.
—¿Qué estaba curado?
—Sí. Y sale que es el primer libro que firmas en tu vida.
—Sí, eso es cierto.
—Así que lo voy a guardar por si hay que venderlo.
—Puta, tení dos posibilidades: o no va a valer nada, o va a valer
muchos millones de dolares.
—Primera vez que lo leo de corrido.
—Le puse empeño al orden de los cuentos. Yo creo que es importante
el orden de los cuentos, porque te va formando ciertas sensaciones a
medida que lo vai leyendo. Entonces con el orden tení que ordenar un
poco eso; es lo mismo que el orden de las canciones en un disco.
—Debo decir que mis favoritos estaban en el medio. Los que más me
gustaron fueron Hincha y Los Rolling Stones son mejores que los
Beatles.
—Me están llamando por teléfono.
—Ya, le voy a poner pausa. No voy a grabar tu conversación.
Lo llaman para hacer clases particulares de física. Cuelga y nos ponemos a conversar ya no me acuerdo de qué. Estamos harto rato conversando sin grabar. La cerveza se acaba y hay que pedir otra. También pedimos unas papas, o quizás las papas vinieron después.
En la parte siguiente la entrevista cambia. Tal vez estábamos un poco nerviosos al principio (era nuestra primera entrevista para los dos), lo que se fue disipando con el pasar de las canciones y el aumento del alcohol en la sangre. O quizás solo fue esto último.
(Advertencia: comentaremos los cuentos sin cuidado de mencionar lo que sucede en el final).
—Estoy grabando para que sepas
—Gracias por avisar
—¿Por qué? ¿Ibas a decir algo y te arrepentiste?
—No, no.
—Primero me voy a servir más cerveza…
—Vai a poner en la entrevista acaso como “me sirvo cerveza
mientras le pregunto… “
—Puta, no sé. La verdad es que cuando deciai esto del género de
las entrevistas, eso que podían ser como cuentos, a mí me pasa que
cuando leo una entrevista que es muy así…
—¿Te distrae?
—No sé si me distrae, pero me da rabia. Es como, hueón, escribe un
cuento, no hueí, quiero leer una entrevista.
—Ya pero el otro problema es que la entrevista que es como pura
pregunta respuesta, pregunta respuesta, ya fue ya po. O sea no sé si
ya fue ya, pero es más fome de leer.
—Me pasa algo parecido con las críticas. Cuando los críticos
tratan de hacer de su crítica una…
—Tienen que hacer un molde. Piensa que si estái en un régimen de
escribir una crítica a la semana, pa empezar no les pagan mucho, y
tienen que leerse el libro muy rápido. Y si son críticos como en el
diario tienen súper poco espacio.
—Bueno, esa es una ventaja que tenemos nosotros: te puedo dar
portada, ocho planas, la hueá que querái, 200, 100 lucas… No, eso
no.
—Yo cobro por las entrevistas.
—Pésimo título.
—Sí, igual mal título, hay que decirlo.
—No sé si sea malo, es como muy descriptivo no más.
—¿Cómo le pondriai ahora?
—No sé, son difíciles los títulos. Cuando uno pone uno como ese, uno que es súper descriptivo del
cuento, yo creo que es la salida fácil no más, que igual queda bien
porque, claro, en el cuento hay una fiesta y un accidente, y todo
gira en torno a eso. Pero sí po, nadie va a decir oh qué bacán el
título de este cuento.
—Este no me gusta mucho. Ahora no sé si es porque la personaje
principal me cae mal.
—¿Te cae mal la Alicia?
—Sí.
—¿No viste todas las cosas que le pasaron? Pobrecita.
—Ya pero, no le pasó na… ¿Qué le pasó? Se le murió el
hermano, o sea ya, lo cual es brígido…
—Se murió en un accidente, en el que estaba ella, y se siente
culpable porque…
—¿Se siente culpable?
—Obvio, porque ella se fue con el hermano de la fiesta y ella le
insinuó para que no manejara y no le insistió.
—Mira, la verdad no había interpretado que se sentía culpable.
—Lee bien la hueá po.
—Lo que me pasa al leerlo es que siento que es como una pendeja
cuica que le pasó algo, que ya, sí, es terrible, está bien, pero
es como loca: sigue con tu vida o mátate.
—No sé si sea tan cuica. Yo creo que la familia de la prima es
cuica.
—No alcanzo a ver la diferencia entre la familia de la prima y …
—No, no, está bien. Pero podría ser o no cuica. Hay en una parte,
no sé si en ese o en el del final, que es el mismo, que dicen que
cuando van de su casa a la casa de su prima se demoran como cuarenta
minutos, entonces…
Acá le hago una pregunta súper interesante pero que luego me pidió que no la pusiera alegando que tenía información privilegiada sobre los cuentos. Así que lo siento, se lo perderán.
Se escuchan Los prisioneros y Alfredo se pone a cantar: no es fácil para mí hablar de esto...
Se escuchan Los prisioneros y Alfredo se pone a cantar: no es fácil para mí hablar de esto...
—Después viene el de los hermanos y los dos discos de Bob Dylan.
Ese título también es como medio…
—Descriptivo, sí.
—Me pasó con este, por el orden, como viene el de Alicia y después el de
los hermanos, que sentí que era como mucha tragedia. Lo que sí me
gusta de ese cuento es el contraste entre los dos hermanos.
—Pero ese es como el golpe inicial del libro no más, porque está
la tragedia de la mina en el primer cuento que termina con ella
escuchando música, y claro después está el cuento de los hermanos
que igual es como para remecerte. Yo creo que ese era un poco el
objetivo de poner ese cuento tan al principio.
—Me acordé leyéndolo de cuando yo te mandé la primera cosa que
había escrito, ese cuento, y que tú me lo hiciste mierda. Pero fue
bueno; yo lo tengo como un evento significativo.
— ¿Qué cuento era? No me acuerdo. ¿El del hueón que cada vez que
despertaba…
—Era como otra persona.
—Hace poco leí una hueá parecida. Estaba leyendo una antología de
escritoras argentinas, Una terraza propia, y ahí uno de los cuentos
se trataba de un hueón que cada vez que se dormía se olvidaba de
todo, de quién era. Entonces el hueón primero despertaba en un tren
y no sabía quién era, no sabía qué onda, y lo único que
encontraba en el bolsillo de su chaqueta era un cuchillo
ensangrentado. Y cuando está en eso una señora que va en el tren,
al lado, ve que él saca un cuchillo ensangrentado y se asusta y se
va, y se le olvida la cartera. Y él se queda con la cartera; como
que se la quiere devolver, no sé. Filo, después pasa un rato y se
va a un hotel a dormir y después despierta y descubre que tiene un
cuchillo ensangrentado y una cartera con la información de una
señora. Entonces ahí empieza a pensar “maté a esta señora”,
y con este cuchillo la maté. Y era mentira.
—Es como memento.
—Sí, un poco. Bueno, con eso me acordé de tu cuento. Filo, ¿qué hueá me estabai diciendo?
—Que ahí me dijiste, tu gran crítica era, o sea me nombraste
hartas cosas, pero me pusiste que te había cargado que “la
revelación” fuera al final; esta hueá como de sorpresa al final. Y
en este cuento sentí que igual hiciste un poco eso. No sé si al
final, al final, pero esta hueá de “y eso que nos sucedió y nos
cambió la vida”, como que lo ibai pateando.
—Sí, pero es que ese cuento está estructurado así. Como el hueón
cuenta la historia cinco años después de que pasó, y ahí lo dice, que era una historia que no había querido recordar, que era como
súper traumática para él, y que había sido lo que había gatillado
que el hermano se fuera. Entonces, claro, siempre va construyendo
para llegar a ese final para que te preguntí qué es tan grave que
hizo que este hueón se fuera del país y no volviera y no hablara
con su hermano. Sí, es como el recurso de ir construyendo.
—A mí me gusta lo que te decía del contraste entre los dos
hermanos. Creo que si la historia la contara un solo hermano
—No sería tan…
—No. Pero sí me pasa que el evento este del papá matando a la
mamá me parece un poco inverosímil, el cómo sucedió, ¿cachái?
—Sí, no sé. Es que cuando uno es joven y escribe esas cosas…
—¿Por qué? ¿Cuándo escribiste eso?
—Son antiguos los cuentos. Piensa que ese libro lo terminé el
2013. Entonces, uno igual quiere que pasen cosas y quiere escribir
cosas que sean como ciertas películas que veí. No sé po, querí
que tu cuento sea un poco como una película de Scorcese, o una
película de Tarantino. Entonces, eso te puede llevar a poner
demasiadas armas y demasiada violencia.
—¿Después qué viene? El de cine, Sobredosis de cine. Ah,
no, viene Cómo la conocí. Ya ese no me gusta.
—¿No te gusta?
—No. ¿Algo qué decir?
—No, ¿qué voy a decir? Si no te gusta, no te gusta no más.
—No, pero algo qué decir sobre ese cuento. ¿Te pasó algo así?
—No.
—Pensé que quizás podrías haber visto a una mujer leyendo en el
metro.
—El otro día había una niña que
estaba leyendo el Guardián entre el centeno. No
le hablé.
—¿No llevaba una polera de
Velvet?
—No, no andaba con una polera de Velvet.
—Podría haber sido una premonición.
—No, tampoco le hablé porque hablarle a la gente en el metro es
medio creepy igual.
—Bueno, acá, la loca se acercó a hablarle. Si se te hubiera
acercado a hablar hubieras seguido la conversación. Ahora sí viene Sobredosis de cine. Ese creo que no lo
había leído. Bueno y acá vemos otra muerte. ¿Sabes qué me gustó
de ese? En todos los cuentos se habla mucho de música, de
cine...
—No sé si tanto de cine en verdad.
—Ya, no tanto de cine. Pero el trío música, libros, cine está
presente.
—Porque son las influencias más directas de las hueás que me gustan
consumir a mí. Veo películas, escucho música y leo libros.
—Pero mi punto es que podría parecer que el libro es una oda a eso, y en Sobredosis de cine es como al revés. Este hueón se murió
de ver mucho cine.
—Pero es que estas cosas se pueden transformar en una obsesión si
es la única hueá que hací. Y ahí pensaba que el cine, por alguna
razón, es más peligrosa que las otras. Porque un hueón que ve
muchas películas, no sé, creo que tiene el ambiente de que para ver
una película tienes que estar dos horas frente a la hueá, y es lo
único que estás haciendo. Y, bueno no es necesario que estés solo,
pero muchas veces estás solo con la película. Como que el hueón que
ve más películas tiene más posibilidades de volverse loco que un hueón que escucha muchos discos. Creo, no sé.
—Si igual, medio raro volverse loco escuchando muchos discos. No me
lo imagino. Pero leyendo libros sí.
—Sí, leyendo libros también.
—Tenemos el Quijote.
—Ya pero… Es que la música tiene connotaciones distintas. Porque
si tú vai al cine, vai y te sentái en una sala oscura, solo, y estái
dos horas mirando una hueá. Si vai a una tocata, puta es casi un
carrete. Vai y hay gente con la que interactuar y te podí tomar una
chela. Como que se genera un ambiente distinto.
—Además es como media misteriosa la muerte, porque es una
suposición del hueón…
—Sí, porque el narrador es súper ajeno al personaje que muere.
—Quizás lo asaltaron, lo mataron y lo tiraron al Mapocho.
—Sí. El hueón conjetura eso desde lo que él vio: que antes se
juntaba con ellos, iba a la u, y después empezó a desaparecer de a
poco, y después aparece muerto. Entonces él cree que se volvió
loco y qué se mató.
—¿Cómo te aparecen a ti las historias? ¿Cómo surgen?
—Yo creo que es más o menos distinto para cada una. Ponte tú, el
cuento de los hermanos y Bob Dylan, ese partió partió con una sola
imagen que era un auto yendo por el desierto y dos personas o dos
hermanos que iban por el desierto y no se hablaban y escuchaban Bob
Dylan. De hecho con esa imagen parte el cuento. El hueón dice que se
acuerda siempre de su hermano cuando iban por la carretera y el otro
iba fumando, mirando pa afuera, y como que alrededor de eso empecé a
construir todo. Una imagen de dos hermanos yendo por la carretera y que van escuchando Bob Dylan y no hablan.
¿Por qué no hablan? Son hermanos que no tienen mucho en común. Y
ahí empezái a darle espesor pensándolo. Ya, entonces después el hueón está recordando eso cinco años después. Porque lo primero
era la imagen, después que el hueón se acordaba de esa imagen cinco
años después porque había visto que había salido un disco nuevo
de Bob Dylan, que es todo el primer fragmento del cuento. Y ahí
parte. Entonces tenía a dos hermanos que no se hablaban y este hueón
que se acuerda de eso cinco años después, por
el disco de Bob Dylan y porque en esos cinco años no ha hablado con
su hermano. ¿Por qué no se hablan? Buscái una forma de
solucionarlo. ¿Por qué no se han visto en cinco años? Y así
parte, y después lo vai armando.
—¿Eso te pasa en general o fue así con ese cuento?
—Como te digo siempre es particular. En el caso de Sobredosis de
cine me acuerdo que se me ocurrió un día saliendo del metro,
como que me llegó el cuento. En el metro Toesca, iba caminando a la facultad, y cuando salí del
metro estaba esta imagen del puente arriba de la autopista y el
carril del metro y ahí lo pensé todo. Me acuerdo que iba a clases
ese día en la mañana, tenía electrodinámica y mecánica cuántica
y no pesqué nada en ninguna de las dos clases y escribí el cuento
en las dos clases. El primer borrador lo escribí ahí. Era corto.
Después llegué a mi casa en la tarde, lo transcribí, lo empecé a
ordenar un poco y ahí lo empecé a trabajar. Y por eso nunca aprendí electrodinámica. Yo creo
que lo que pasa es un poco distinto para cada cuento, no sabría
decirte un proceso general.
—Te pregunto porque hay escritores que no escriben nada hasta que
lo tienen todo claro. Entonces hacen diez mil borradores…
—¿Pero no escriben nada o hacen diez mil borradores?
—Me acuerdo haber escuchado una entrevista de Vargas Llosa donde dice que él le
copia el método a Flaeubert, si no me equívoco…
—¿Se levanta todos los días a escribir de las 6 de la mañana a
las 8 de la mañana?
—No, no, no. Pero el hueón investigaba mucho. Armaba toda la
historia primero, y luego de que tenía toda la historia se ponía a
escribir.
—No, yo no. Lo que me parece muy entretenido de escribir es que a
medida que vai escribiendo vai descubriendo pa donde te lleva la hueá y casi que los personajes te dicen para donde va la historia. Como
que vai planificando sobre el camino. Cuando empiezo a escribir no
tengo toda la hueá lista, por lo general.
—Después viene Los Rolling Stones son mejores que los
Beatles que le da el título al libro. Me gustó harto
este.
—Salud.
—Si bien de lo que habla es algo que quizá se repite en los otros
cuentos, o el contexto es el mismo, un estudiante universitario que
le gusta una mina, y qué se yo, escucha música y blablablá, pero
me gustó harto, no sabría decirte bien el porqué. Hay detalles que
me gustaron, por ejemplo que no se la agarró al tiro; que se pusieron
hablar, durmieron juntos abrazados y qué se yo, como que la hueá le
costó.
—Es que tiene que ser medio perdedor el personaje. Cuando está la
historia de los ganadores no tiene tanta gracia. Bueno, aunque igual
es medio extraño hablar de ganadores y perdedores en ese sentido,
porque estái hablando de otra persona. Entonces como que agarrársela
es ganar y no agarrársela es perder. Pero se entiende el objetivo.
Entonces si el cuento fuera que está este protagonista que le gusta
una mina y cacha al tiro todo, y se ponen a pololear altiro, como que no
hay mucho cuento que contar.
—Algo que me gustó harto, y no sé si el lugar que tiene
dentro del libro tendrá que ver con esto o no, es que rompe con la
tragedia. Porque ese cuento es cero trágico. Si bien al hueón lo
patearon, no es que se haya deprimido después ni nada por el estilo.
—Claro porque no sabe por qué… tengo que ir al baño.
—Ya, voy a poner pausa.
Después de unos minutos llega Alfredo y me pregunta:
—¿Qué te estaba diciendo?
—Podemos escuchar la grabación…. Ah, que el hueón no sabía por
qué lo habían pateado.
—Ah, sí. El cuento no es una tragedia de un hueón depresivo
contando que lo patearon, y oh estoy tan mal, sino que es un hueón
contando la historia… es que un poco todos los cuentos del libro
están pensados en el sentido cómo se cuentan las historias
oralmente, como que muchas veces pensaba que era alguien contándole
la historia a otra persona en un bar tomándose una chela, así como
ahora, y a veces eso es explícito, como en el caso del cuento de los
hermanos donde el hueón está en un bar en Nueva York contándole la
historia a los argentinos, y en otros no, como en este de los Rolling
Stones, que tú lo podí pensar como que es un hueón que lo pateó la
polola hace poco y se juntó con un amigo o una amiga en un bar y le
está contando toda la historia.
—Y hay elementos de eso. Por ejemplo en el primero aparece un
narrador que comenta ah, pero esto que te estoy contando, y qué se yo
—Claro, ponte tú en el primero podría ser alguien contándole la
historia a otra persona; una historia que escuchó y que le es más
o menos lejana.
—¿Y eso surgió después?
—Eso es algo que empesái a notar que tienen en común. Cuando ya
tenía varios cuentos, caché que era lo que se repetía y lo
explotaba. Pero no, no era algo que lo pensara antes, como voy a
escribir un cuento, o sea un libro con cuentos que sean sobre
narración oral. Es algo que vi después. Entonces, yo creo que ese
cuento en particular más que la tragedia de que lo pateó la polola,
es el hueón tratando de entender cómo fue su relación, qué pasó,
y por qué lo patearon, que no lo logra entender. Entonces casi que
le cuenta toda la historia a otra persona para que la otra persona le
pueda decir ah, sí po, te pateó por tal razón.
—Yo la verdad, leyéndolo no sabría decir por qué lo pateó.
Puta, así es no más po.
—Así es.
—Después vine Hincha que igual me gustó mucho. Este lo
encontré medio tierno. ¿A ti te pasó algo así, como lo del
cuento? Porque yo sé que erí hincha del Audax…
—Claro, pero no. Eso de la primera vez de ir al estadio no me pasó.
A mí me ha gustado el fútbol desde siempre. Yo creo que un poco el
objetivo de ese cuento era entender por qué alguien va al estadio
todas las semanas. Incluso me pasó que era como racionalizar ir al
estadio y justó después que lo terminé ya no fui al estadio por
varios meses. No quería porque ya no le encontraba sentido. Después
volví.
—¿Tú ibai al estadio todas las semanas?
—Puta, he pasado por épocas. Hubo temporadas en que iba todas las
semanas, o sea no todas las semanas, cada dos semanas, local y
visita, y ha habido veces en que no he ido en un año.
—¿Y eras de seguir a tu equipo cuando iba de visita también, o
no?
—He viajado un par de veces. Una vez a Rancagua... no, dos veces a
Rancagua, una a Valparaíso y una a Conce. Pero gasta demasiado
tiempo. El objetivo de ese cuento era un poco entender, y que el
narrador del cuento también lo dice y tampoco entiende, por qué seguir a tu equipo todas las semanas.
—Claro, lo vive no más.
—Lo vive no más y puta, al final esa vez que va al estadio cada
semana es como un momento importante para él y lo sigue haciendo, le
gusta. Da lo mismo que no sepa por qué pero va.
—Algo que me di cuenta que se repetía harto en los cuentos fueron
los saltos temporales. Estabai hablando acá y después, pum, ah en
ese momento no me imaginaba que después iba a seguir yendo siempre…
—Bueno, como son narraciones orales, y contadas tiempo después, siempre el narrador sabe lo que pasa después. Entonces cuando va al
estadio la primera vez dice que no sabía que después seguiría
yendo todas las semanas y eso.
—¿Cuáles son tus cuentos favoritos del libro?
—Qué difícil. No sé si favorito… el que más me costó
escribir es el de Bob Dylan. Me acuerdo del proceso como más
traumático. Fue un verano y creo que estuve todo febrero
escribiendo, y me sentaba todas las tardes y avanzaba un poco y
hacía calor.
—¿Con Bob Dylan de fondo?
—Ah, también me pasó que ese disco en particular, el Highway 61
Revisited, después de escribir el cuento lo dejé de escuchar
por un tiempo porque cada vez que lo escuchaba me recordaba el final,
que era igual séper trágico, y lo asociaba con una hueá muy violenta
y muy mala y no lo escuché en harto tiempo. Un par de años después
lo volví a escuchar.
—Yo leí el libro escuchando a los Rolling Stones.
—Eso yo creo que también estaba presente en el libro, esa relación
entre música y experiencia, que es como una hueá que pasa siempre.
Siempre pienso en el ejemplo de Casablanca, la película.
—No la he visto
—¿Pero sabí de qué se trata?
—Puta… no, no sé. Sabí que la tengo en mi computador, la vio mi
abuela en mi computador y yo no la he visto.
—Pero hueón, tení que verla. La hueá se trata de… está Rick que
es un gringo y el hueón vive en Casablanca y tiene un bar. La hueá es
que el hueón tiene una historia anterior, con una mina que había
estado en París y habían terminado por razones; creo que la mina
prefirió quedarse con otro hueón. La hueá es que había una canción
que el hueón relaciona siempre con esa relación con ella allá en
París. Y el hueón le tiene prohibido al hueón del piano de su bar tocar esa canción. Y entonces la película se
trata de que la mina llega a Casablanca y se reencuentra con él.
Entonces la primera noche que ella llega, ella cacha que el hueón es
el dueño del bar y va y le dice al hueón del piano que toque esa
canción. Y empieza a tocarla y viene el hueón, el dueño, y se
emputece. Sam creo que se llama el hueón. ¡¿Sam, por qué estai
tocando esa hueá?! ¡¿Qué te pasa?! ¡Yo te dije que nunca la
tocarai! Y le está diciendo eso y ve a la mina. Entonces es un poco
eso. El hueón hacía la relación entre esa canción con la relación
con ella en París. Es eso básicamente. Relacionar ciertas
canciones, o ciertos discos con experiencias de tu vida.
—Eso pasa en el otro cuento también, que es La historia de
Damián me la contaron. Ahí también hay una escena en que están
escuchando The National creo, en que el protagonista dice que
el disco calza con el momento. Debo decir que ese cuento me es muy
ajeno.
—¿Tú decí que no va en el libro?
—No, no. Lo leo y no sé a qué va. ¿Qué pensaste tú con ese
cuento?
—Era un poco lo mismo de la historia oral y que era una historia
que él la supo por otra fuente. En el cuento sale que la mina le
contó lo que le había pasado al Damián y trataba de hablar un
poco de cómo puede cambiar la historia cuando va pasando de voz en
voz, porque el hueón mismo dice que esta mina a mi me dice que le
pasó tal y tal cosa pero como que no calza porque a él en su
cabeza no le calza con cómo él cree que habrían sido las cosas por
cómo había conocido al loco. Un poco eso.
—No me respondiste cuáles eran tus cuentos favoritos, cuáles eran
los que más te gustan.
—Todos me gustan, todos perfectos. No, pero te respondí cuál fue
el que más me costó escribir.
—¿Pero no tení uno que te guste más?
—No. Yo creo que el de los hermanos y Bob Dylan, el de los Rolling
Stones e Hincha son como los más completos. Pero no sé po, también
me gusta que el primero y el último, que son el mismo, cierran el
círculo. Y me gusta mucho como termina el primero porque da la
sensación de que leer el libro es una experiencia similar a la de
escuchar un disco.
—Ah, no lo había visto así. Tú dices que cuando da play, ahí…
—Incluso una vez pensé que podría ser que todos los cuentos eran
las canciones que Alicia estaba escuchando en el primer cuento y que
ella se las imaginaba con su hermano de protagonista. Y por eso el
último cuento es de nuevo ese, para cerrar.
—Eso es lo que me gusta de las entrevistas a los autores cuando
hablan de sus obras, que aparecen cosas que tú no…
—No viste.
—Sí, porque si bien yo no creo que los autores tengan más derecho
a interpretar las obras que los lectores, pero...
—Pero pueden dar luces.
—Sí po. Ellos lo escribieron y veían ciertas conexiones que los
lectores pueden no ver.
—Sí po. Si pensái todos los cuentos que están entre medio, todos
los protagonistas son hombres. Entonces calza que ella se imagine a
su hermano siempre.
—Pero eso te calzó después.
—Claro, esa es una hueá que armái cuando estái pensando el orden de
los cuentos. No es que haya pensado eso cuando escribí cada cuento.
—El último es el de Alicia. Versión de Alicia. De ese te
iba a comentar que no me gustaba mucho el final, si bien es el mismo
que el del primero, de eso que había encontrado el escape, el
verdadero escape…
—Sí po. Para todos los personajes la música era como un escape.
Un salirse. Por eso los hueones escuchan a Bob Dylan cuando van,
porque si no la situación sería insoportable con el hermano; pero
escuchan a Bob Dylan. La pareja de los Rolling Stones, como que
escuchan a los Rolling Stones y escuchan a los Beatles y escuchan a
David Bowie como para comentar entre ellos. Como que todo es a través
de la música.
—Claro, salvo en Hincha. Pero también habla de la carencia que el
fútbol puede suplir.
—Claro, si lo pensái del lado de la música, Hincha es el cuento
más conflictivo del libro en el proceso de edición. No porque sea
malo, sino porque…
—No calza con los otros.
—No calza con los otros pero yo convencí a mi editor de dejarlo.
Yo creo que otra forma de pensar los cuentos es que todos son cuentos
sobre relaciones que los personajes no entienden. El hermano no
entiende a su otro hermano, el hueón de los Rolling Stones no
entiende por qué la mina terminó con él, no entiende por qué se
quebró esa relación, el hincha no entiende por qué tiene esa
relación con su equipo, el de la historia de Damián no entiende por
qué la mina tiene esa relación con él. Son relaciones medias
quebrabas, que es un poco lo que dice la contraportada que escribió
el editor, que es conectar a través de la música. Y la otra lectura, media política, que también yo creo que está buena. Lo de 30 años
de neoliberalismo y no se qué. Que al final siempre estái hablando
de la dictadura.
—Dice: En el Chile globalizado durante treinta años de
neoliberalismo el pop, las drogas, el carrete o el fútbol han sido
capaces de crear un espacio de socialización que permite mediaciones
que hacen posible frágiles conexiones emocionales…
—Sí, eso. Yo creo que esa es una buena lectura.
—Bueno, se me acabaron las preguntas la verdad.
—¿En serio? Yo que estaba entusiasmado.
—No, pero podemos seguir.
—Tú erí el entrevistador.
—Bueno, ¿y qué estái haciendo ahora?
—Ahora estoy tomando cerveza.
—El libro digo. Ahora sí puedes promocionarlo.
—Estoy escribiendo otro libro de cuentos.
—¿Y es muy distinto a este?
—La gran diferencia que en este todas las narraciones son orales y
son conscientes de que son orales y son la historia de alguien
contándolo a otro en un bar tomándose una cerveza, en estos otros
que estoy escribiendo todas son historias escritas y son conscientes
de ser escritas e incluso se van preguntando qué es lo que tienen
que escribir.
—Bueno, ahora a mí me dieron ganas de ir al baño. Creo que voy a
parar esto.
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